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domingo, abril 03, 2005

Back in the days 3 - El rey de la pachanga

Esta historia viene de aqui.

El tema de las luces me tenía un poco acojonado, porque no había tocado nunca un panel de verdad. Todo lo mas encender y apagar algunos focos, pero eso no era lo que yo entendía por hacer luces. El amo aquel entonces era Álex, un mercenario de la luminotecnia cuyo nombre era reconocido en toda la escena de entonces y al que además conocería unos años mas tarde. Lo que hacía Álex era apretar botones constantemente al ritmo de la música, como si tocase el piano pero sin fijarse tanto en las teclas, lo cual en una sesión de cinco o seis horas debía ser agotador. De todos modos ya me pasaba -y me paso- muchas mas horas bailando, así que supuse que lo resistiría sin problemas. Además sabía tocar -un poco- el piano y la batería, con lo cual podía decirse que el concepto abstracto del ritmo lo tenía ya asimilado. Algo ayudaría. Al menos sabría darle con un poco de sincronía o sin que diera el cante, de modo que le eché valor y me lancé al toro.

Llegué a la sala y, tras las debidas presentaciones, el DJ me enseñó la botonera, dos hileras de unos 24 botones táctiles, los botones normales se rompen enseguida cuando los pulsas a ese ritmo, de los que se encienden con el contacto del dedo y se apagan cuando los sueltas además de unos unos 12 potenciómetros para regular la intensidad de la luz. Me puse a tocar botones antes de que me explicase nada y a hacerme un esquema mental de donde estaba cada cosa. Unos focos aqui, los otros en la hilera de abajo, aqui las cosas esas que dan vueltas, aqui el flash, este potenciómetro regula el parpadeo del flash y lo voy a poner a toda castaña, aqui la luz negra... no era un gran equipo de luces, pero estaba bien. Era perfecto para aprender con él y le cogí el truco enseguida. Si le dabas al ritmo, todo lo que hicieras quedaba bien. Si además te conocías los discos que iban sonando, podías hacer cambios en las luces cuando había cambios en la música: mas luz en los parones, flash en los apogeos, Quedabas como dios y te lo pasabas jodidamente bien. De hecho, era tan divertido como estar pinchando o bailando.

Duré poco. Aunque le estaba cogiendo el gustillo a las luces me seguía gustando mas pinchar, de modo que cogí la primera oferta que mejoraba un poco mi situación. De allí dí el salto a un barrio bastante mejor (el Eixample), y a una disco "casi" céntrica. No era gran cosa, la verdad, pero al menos tenía algo de libertad a la hora de pinchar. No era un club -había muy pocos por aquel entonces-, pero se podían pinchar cosas como el Hold me Back de WestBam o el NRG de Adamsky sin que la gente dejase de bailar ni un momento. Íbamos mejorando. Pasé unos meses compartiendo cabina con M, un buen amigo que gustaba de tajarse soberanamente una media de cinco dias a la semana, lo cual -como pude constatar enseguida- es bastante habitual en el mundillo nocturno. M tenía mi edad, pero aparentaba unos cuantos mas. Aparte de eso, se tomaba unos 5 JBs un lunes cualquiera por la noche. Los viernes solían ser un mínimo de 9, pero los rebajaba con unos tiritos de farla y se le notaba borracho, pero de los que se aguantan de pie. Cuando se ponía así, la verdad es que estaba divertido de cojones. Yo entonces no bebía casi nada, porque me emborrachaban mas la euforia y las hormonas que el propio alcohol, y drogas probaba las justas porque me las quería tomar con mucha calma. Me colocaba de vez en cuando y me salía por nada.

Con este señor tuve colocones memorables, de esos que entran en la historia de los ciegos que serás capaz de contar dentro de 14 años y seguir partiéndote el culo. En una ocasión, nos pasamos la sesión entera pinchando discos con los pantalones bajados y la picha al aire, y solo nos veía la camarera que nos traía los cubatas. Es mas, cuando nos veia así de desfasaos nos los traía sin que se los pidiéramos. En algunas cabinas el resto de la gente nos ve como teleñecos, de cintura para arriba, y no sabe lo que puede estar haciendo la otra mitad, lo cual da para muchas anécdotas de lo mas bizarro.

Lo cierto es que con M no había término medio, cuando no estabas borracho estabas discutiendo de cualquier gilipollez. Le gustaba bastante discutir con motivo o sin él, porque no lo hacía solo conmigo -que le daba bastante cuerda- sino con cualquiera con el que le siguiera un poco el rollo. Pegaba bastante con su personalidad, ser del Real Madrid y de derechas en Barcelona es señal de que te va bastante la marcha verbal. A mi me llevaba un año de experiencia pinchando en salas, lo cual entre dos DJs chungaletos de 18 años es tanto como creerte que tienes un rango. Me daba bastante igual, sin ir de triunfador por la vida ni creerme nada por ello sabía con certeza que tenía el don de hacer bailar a la gente. Con eso me bastaba. aun así, a veces era bastante inevitable que discutiéramos sobre pinchar discos como si hablásemos de kung-fu.

- Mira, esto no es como pinchar discos en tu casa. Aqui tienes que pinchar lo que quiere la gente y si la gente quiere pachanga te tienes que joder y darles pachanga.

Yo defendía -y sigo defendiendo- la postura contraria. Hacer bailar a un montón de gente borracha a base de poner discos de radiofórmula es algo que puede hacer cualquiera. Lo difícil es ponerles música buena, que no conozcan y conseguir que bailen igual. No es fácil hacerlo ahora, cuando ya existe una cultura de club y un público mas o menos exigente, ni era fácil entonces, cuando todo era nuevo y este movimiento se estaba forjando. De modo que nos veiamos discutiendo frecuentemente sobre si la música que estaba sonando era demasiado dura o demasiado poco comercial. Esta discusión era bastante habitual a partir del duodécimo jotabé que se tomaba, cuando el colocón le daba por divagar sobre lo humano, lo divino y lo house.



- No puedes pinchar esto tio, es demasiado bueno, a la gente no le va a gustar.

- Joder, M... la gente está bailando.


- Claro, porque están borrachos.

- ¿en serio?... ¡¡degenerados!!


- Déjame pinchar a mi, anda, que si no se te van a ir.

- No me jodas, tio, de aqui no se va nadie porque han pagado entrada... además están bailando, coño, no nos cortes el rollo.

- Claro que bailan, porque están borrachos.

- ¡¡degenerados!!

Así podíamos seguir hasta que amaneciera o hasta que se quedase alobao mirando a un grupito de niñas bailar y me dejase seguir pinchando a mi bola un buen rato. Se ponía en el panel de luces, tocaba cuatro botones y se dejaba llevar por la tajada mientras se ponía nefrítico de tanto culo y tanto meneo que se abría ante sus ojos.


- Tio, me he enamorao.

- ¿de cual?


- Esa, la de blanco.


- Hazle luces para que venga.


- Es igual, está borracha.


- ¿de verdad?... ¡¡que degenerada!!


Cuando acababa mi turno empezaba a pinchar él, con una caraja considerable pero con la práctica suficiente como para que no se le descuadrase un disco ni se le cayera nada al suelo. Genio y figura, el jodido... y si yo pecaba de elitista, él bajaba el listón todo lo que pudiera.


- Pachanga, tioo, pachaaaangaaaa, eso es lo que quiere la gente. Míralos como bailan.

- Normal, si están borrachos.


- Malditos degeneradosss. Venga a comerme el raboooo...


Sospechaba que el pachangueo no era tanto lo que quería la gente, sino su propio gusto personal. Siempre lo negaba, decía que a él no le gustaba esa música, pero era lo que pedía la gente. La gente es una entidad con muy mal gusto o un chivo expiatorio para cosas que nos da vergüenza reconocer. Compartí cabina con M durante unos 8 meses, nos hicimos amigos y despues de haber pinchado juntos nos seguimos viendo de vez en cuando. Una de las últimas veces que le ví, habían pasado 12 años de todo aquello y M estaba trabajando en una disco de marujas y divorciados, pinchando el meneito, el venao, mueve tu cu-cu y rodeado de señoras jamonas, con su cubata de jotabé y su barriga cervecera de treinta años vividos a lo bestia. Era el jodido amo de la fiesta, uno de los mejores DJs de pachanga asesina de Barcelona. Con el atractivo sexual de David Hasselhoff, las pintas del Algarrobo y una maleta llena de Caribes mix pirateados tenía a la mitad de las señoras de la disco chorreando por sus huesos, el muy cabrón.

Comments:
AAAAAJAJAJAJAJAJAAAAAA

ahí está el talento. en conseguir la empatía que hace que el público te sea fiel, que se sientan arropados por la música de la misma forma que tú. nadar entre las ondas, enredando el cabello con los cables de la mesa...

lo que tu haces es repartir trozos de ti mismo.

brindo por ti.
 
Hace rato que estoy leyendo tus entradas (a cual mejor), pero al final, con esta casi se me sale la lagrimilla, peaso de Cabron.
Un abrazo de Pedro G. (m?)
 
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