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jueves, febrero 10, 2005

Back in the days
(2ª parte: esto no es Hollywood)

Nos habíamos quedado en el momento en el que cerraron nuestro proyecto de emisora pirata cuando empezaba a despegar y a causa de la mili perdí de vista al que había sido mi amigo inseparable durante dos años. Al principio de la nueva situación me ví un poco perdido, claro, porque se me planteaban varias posibilidades. Durante unas semanas fuí de casa al trabajo y del trabajo a casa como un zombi mientras intentaba decidir que haría. La cabeza me decía que volviera al instituto, que aún podía reengancharme en el próximo curso y por lo menos tendría terminada la FP... que menos. Además, mis padres aún estaban dispuestos a pagarlo y a lo mejor dentro de un par de años no lo harían. Por otro lado, me había acostumbrado a tener dinero "de verdad". Por miserable que fuera la nómina de un pringao en una imprentilla, era una fortuna comparado con lo que tendría en efectivo si volvía a depender de mis padres.

Esto era lo que me decía la cabeza, claro, porque el estómago me decía cosas algo diferentes. Quien no lo haya hecho nunca, no sabe lo que se siente cuando tienes dos platos y una pista con gente delante. Se apagan las luces, empieza a llegar gente y tienes que poner música durante toda la noche y hacer que bailen. Si la sala está bien hecha, la cabina está en un ángulo privilegiado desde el que se ve todo, y tu trabajo consiste en observar a la gente y ponerles música que les haga bailar. Primero llegan 12 y se sientan, luego 20 mas y se sientan en otra parte, despues dos grupitos de 15 y rodean la pista, una niña bonita se acerca y te pide una canción, el camarero viene y te pregunta si quieres beber algo, la sala se va llenando y un par de macarrillas como yo abren la pista haciendo aspavientos... y ahora es cuando viene lo difícil, tienes que ir poniendo discos que animen al resto de la gente a entrar en la pista y bailar, tienes que mantenerlos ahí y tienes que hacer que se animen cada vez un poco mas, que se lo pasen un poco mejor con el disco que viene ahora que con el anterior.

Cuando lo consigues, la gente desde la pista te mira con gratitud. Tu les das las gracias por estar ahí bailando tu música y ell@s te las dan por ofrecerles ese momento. Les gusta lo que estás haciendo, y te lo hacen saber... Y allí estás, bailando con ell@s y poniéndoles los discos, animándoles mientras te animan a tí. Lo que sientes en ese momento es bastante indescriptible, pero es una de las sensaciones mas intensas que he experimentado en esta vida.

Y no sólo había probado algo así a los 17 años, cuando eres como un imán para las emociones, sino que me habían pagado por ello. Había sido una estrella durante un par de sábados por la noche, las mujeres mas guapas se habían acercado a tontear conmigo y algunos de mis amigos y conocidos me habían mirado como al puto amo del universo... y encima, cobrando.

Que te pase algo así cuando te está empezando a salir la barba te puede hacer flipar bastante, de modo que seguí adelante por el camino que mas iba a disfrutar, claro. Me faltaba bastante mas de un año para irme a la mili, de modo que aplacé los estudios hasta cuando volviera. Lo cierto es que no tenía nada claro si volvería a estudiar, de modo que aplazarlo un par de años largos me parecía lo bastante eterno como para despreocuparme del todo de ello. Y empecé a moverme, a preguntar a la gente que había conocido en el mundillo nocturno si sabían de alguna disco que necesitase un DJ, aunque fuera una disco pequeña. Todo el mundo me veia muy jovencito -yo a los 18 aparentaba algo así como 14 bien llevados- y costaba bastante que me tomasen en serio, pero como eso me pasaba también en el otro mundo -el diurno-, no me preocupaba demasiado. Conseguí el teléfono del dueño de una disco bastante cutre de nou barris, llamé, quedé en ir a hablar esa misma noche y al entrar me pidieron el DNI en la puerta. Con eso está dicho todo sobre mi aspecto.

- ¿Me enseñas el DNI?
- Si, claro... pero vengo a hablar con tu jefe.

Todo lo que me salía eran discos pequeñas en barrios chungaletos, todo hay que decirlo, pero no tenía ninguna experiencia y ya no tenía la radio para hacerme el importante, de modo que no estaba como para hacerle ascos a nada. Uno no puede ir a las oficinas del Studio54 y decirle que ha hecho dos bolos y ha tenido una radio pero que ya no la tiene... de modo que empecé aceptando cualquier oferta, y cuando digo cualquiera, lo digo en un sentido bastante amplio.

Mi primera "residencia" fue en precisamente en esa disco de Nou Barris. Fue divertido, porque era como pinchar en el patio de un reformatorio. Allí estaban cada noche los hermanos y primos de todos los personajes secundarios de Perros Callejeros. Y yo a los platos con una maleta llena de discos de House de importación, casi todo de los sellos 10 records de Detroit y West Side de Londres. ante una gente que se acercaba a preguntarme si iba a pinchar rumbitas de Los Chichos.

Lo de las rumbitas era un tema candente, porque de hecho las rumbitas y la música española estaban vetadas. Precisamente ese era el motivo de que yo estuviera allí. Los dueños de la sala habían decidido depurar un poco el público y poner solo música de la que ellos llamaban Disco. No se si pretendían llenarla de gente mas o menos normal, pero al menos habían decidido quitarse de encima a lo mas chungo. Todo esto por la vía rápida, claro, sin cerrar ni cambiar el nombre de la sala. Cambiaron al personal y la música que se pinchaba, y esta era la parte conflictiva porque varios DJs habían intentado hacer el cambio. pero o bien se habían ido por el agobio de tener a unos garrulos abucheándole cada fin de semana, o bien se habían acojonado porque el sitio y el público realmente eran muy, pero que muy chungos.

Esto no te lo decían , claro, te lo encontrabas allí cuando te veías pinchando música disco pachanguerilla y un tipo moreno con greñas y bigotillo vestido de lolailo se te acercaba a pedirte que pusieras algo de los chunguitos e insistía mucho en que te lo estaba pidiendo por la buenas, que podía esperarte fuera con todos sus colegas y darte la del pulpo pero que te lo estaba pidiendo por las buenas porque era un tipo legal. Si, el sitio era tan chungo como me lo esperaba e incluso mas. La primera noche me quedé dentro mientras cerraban y pedí un taxi desde allí. No era un farol, me lo había pedido por las buenas y como no les había hecho caso, me estaban esperando fuera.

El conflicto residía en que los dueños habían decidido cambiar de ambiente, pero no le habían prohibido la entrada a nadie. Simplemente esperaban que los clientes mas chungos se aburrieran y se fueran a otro sitio, así por las buenas. Al otro lado teníamos a unos cuantos calorros que llevaban bastante tiempo yendo a esa sala y dejándose el dinero allí, y si ahora les invitaban a irse se sentían ofendidos. Y en el fondo, hasta tenían razón.

Y allí enmedio, estaba yo: el crío, el pijín, el guapito, el que ponía música rara que no le gustaba a nadie. Me sentí bastante idiota haciendo aquello por los cuatro duros que pagaban, pero tenía que hacerlo, simplemente, de modo que empecé a buscar la mejor forma de manejar esa situación.

Uno de los motivos del conflicto era que la cabina estaba repleta de discos calorros de temporadas anteriores. Al lado de los platos tenía una impresionante colección de LPs de calorreo catalán de la época dorada: del Tijeritas al Junco, pasando por cosas muy bizarras que no las conocía ni su padre. Si los discos están allí, a la vista, es una provocación directa que vengan a pedírtelos y no los pongas. Luego no te sorprendas si hay cuatro tios con muy malas pintas esperándote fuera ya que, en cierto modo, les has dado motivos para ello. De modo que lo primero que hice fue sorprenderme de que a ninguno de los que habían pinchado allí antes se le hubiera ocurrido quitarlos, y lo segundo fue llevar esos discos al amacén y sepultarlos en el último rincón, detrás de las cajas de Schweppes mas descoloridas. Y aun me preguntaban que porque los quitaba y que si no tenía espacio suficiente en la cabina para andar ocupando almacén... hay que joderse.

Cuando empezaron a venir los calorros mas siniestros a pedir canciones, les dije de muy buenas maneras que entendía perfectamente que ellos estaban de fiesta y les estaba cortando el rollo, pero que yo no iba pinchar esa música porque me habían dado la orden de no hacerlo y además me habían contratado precisamente para que pinchase otras cosas, y que si tenía que discutir sobre eso con alguien no era conmigo sino con el jefe de sala, el Leo, al que todos conocían y sabían que no admitía sus quejas. Que yo no había venido a quitarles la música que les gustaba, sino que me limitaba a hacer mi trabajo y que -además- alguien se había llevado esos discos porque ya no trabajaba allí y eran suyos. Mi barrio de origen, la Sagrada Familia, no era precisamente marginal, pero ya de pequeño tratabas con mucha gente así y aprendías a llevarte bien con ellos. No es difícil si les haces ver bien claro que no tienes nada en su contra y que simplemente estás ahí.

Repetí unas cinco semanas mas, sin pena ni gloria pero salvando la integridad física. Al final con alguno hasta nos hicimos amiguetes y todo. Conseguí que la gente bailase sin rebajar demasiado el nivel e incluso colando alguno de los discos que me gustaban. De hecho, fue allí donde aprendí algunos de los mejores trucos para llevarme a la gente a mi territorio. No es fácil, pero si lo haces sutilmente consigues que mucha gente acabe disfrutando de música que en otras condiciones ni habrían escuchado. Lo dejé para irme a hacer de luces en una disco algo mas grande y bastante mejor situada. Aquello seguía sin ser Hollywood, vale, pero estaba bastante mejor... el único inconveniente -quizá- estaba en que yo nunca, jamás había manejado las luces de una sala.

De todos modos, tampoco debía ser tan difícil.

(continuará...)

Comments:
Interesante.Volveré. Visítame si puedes. Un saludo.
 
No eres un poco joven para estar contando tus memorias?
 
El síndrome de Palmiro Capón, le llaman :D

En realidad estoy practicando para cuando me toque escribirlas de verdad.
 
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
 
Cuando decidas escribirlas no dudes que tendrás una lectora fiel ;)

¿Qué síndrome es el de Palmiro Capón?
 
mmmm

solo le encuentro una pega a esa historia.

yo hubiera robado todos los discos chalais y me hubiera ido al Tividabo a soltarlos a volar. Te hubieras pasado una tarde la mar de entretenida y los Barceloneses podrían hablar del dia en que llovió Rumba y lerele.
 
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