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sábado, septiembre 29, 2007

Manuel "by" Vazquez

Cuando era ñajo solían decirme que dibujaba bien -bien para un niño de 10 años, se sobreentiende-, de modo que mis padres decidieron hacer algo con mi supuesto talento o, al menos, tenerme entretenido durante las horas en las que no había clases para que no estuviese por ahí delinquiendo. De este modo, fui a parar a la académia de cómic Joso a mediados de los 80, en la que impartían clase unos cuantos ex-dibujantes de la recientemente desmantelada Editorial Bruguera, la que había tenido el monopolio de los tebeos durante el franquismo. Había un poco de todo: autores de personajes de relleno, autores de tiras, de chistes y "negros" de Francisco Ibáñez, de aquellos que perpetraban las infumables historietas falsas de Mortadelo y Filemón.

Ibáñez era la estrella indiscutible del cómic patrio, seguido por un abuelete llamado Josep Escobar que contaba unas historietas terríblemente anacrónicas sobre un padre que castigaba a sus hijos encerrándolos en un cuarto con ratas. Nunca me gustaron las historias de Zipi y Zape, eran demasiado rancias incluso para los niños de los 80. Jan se abría camino entre toda esta "vieja escuela" gracias a la calidad de SuperLópez -muy por encima de la media habitual de entonces- y entre todos estos autores, destacaba como un caso aparte Manuel "by" Vázquez.

Vázquez no tenía revista propia ni personaje estrella, sino una larga lista de personajes que rellenaban otras publicaciones: Las hermanas Gilda, dos hermanas muy marujas y solteronas que se peleaban entre ellas, Anacleto, que era una parodia de los agentes secretos tan de moda en los 70, la abuelita Paz, Feliciano, La familia cebolleta, que era una sátira de la típica familia española endeudada hasta las cejas (hay que joderse, lo poco que cambian algunas cosas), Gu-Gu, unas historietas un tanto surrealistas de un niño dentro de un cesto que iba haciendo putadas a la gente, y un largo etcétera de personajes menores y de relleno. Durante la transición, Vázquez se desquitó de la censura que le había puteado durante años y pudo por fin dar rienda suelta a su humor mas ácido y grosero en publicaciones para adultos bajo el seudónimo Sappo. Historias de folleteo aberrante, de líos de cuernos, de sexo con prótesis y en general chistes sobre todas las calaveradas y aberraciones que se le pudieran pasar a uno por la cabeza. El talento humorístico del tío Vázquez era tan grande que podía crear infinidad de chistes sobre una misma situación. Por ejemplo, en Don Cornelio Ladilla y su Señora María llenó dos álbumes con historietas mudas de una página sobre un señor que llega a casa y descubre que su mujer tiene escondido a un amante en el armario.




Pero su personaje estrella -sin duda- era él mismo. Primero fueron los cuentos del tío Vázquez, en la propia editorial Bruguera, en los que empezaba a cachondearse de su propia existencia y a hacer gala de su condición de moroso profesional. Vázquez le debía dinero a media humanidad y además se cachondeaba de ello. Despues hizo la serie Vámonos al Bingo, en la que explicaba con todo lujo de detalles -y en una revista infantil- el funcionamiento de este juego y en que se gastaba el dinero que debía. En la última etapa, se soltó el pelo del todo y ya eran historias demenciales: Vázquez pillando cocaína, Vazquez se va de putas, Vázquez se va al bingo, pilla farla y se va de putas para celebrarlo pero por el camino se encuentra con uno al que debe dinero. Ridiculizaba cualquier situación y se ridiculizaba a sí mismo sin complejos.

Casi todos los ex-dibujantes que daban clase en la academia lo habían conocido y aseguraban que "el Vázquez" era así en la vida real. A todos les había pedido dinero en alguna ocasión para pagar una operación a corazón abierto o el entierro de un familiar. Contaban que llegó a enterrar a su padre cinco veces en tres meses, que tenía cinco hijos con tres mujeres diferentes y que a los 45 años se echó una novia de 21 con la que se fue a un hotel de 5 estrellas y se marcharon sin pagar la cuenta. Las historias de hoteles del Vazquez estaban muy extendidas, especialmente la de la maleta pesada, que era casi una leyenda urbana y me la llegaron a contar en varias versiones diferentes. Parece ser que el Vazquez compró varias barras de hielo en una gasolinera, las metió en dos maletas y se fué a un hotel. Se presentó en recepción con sus dos maletas enormes, se inscribió como viajante de maquinaria y pidió que subieran su equipaje a la habitación, dejando constancia entre el servicio de que las maletas eran -además de grandes- pesadas.

Una vez instalado en la habitación y tras haber dado una generosa propina al botones, a solas, abrió las maletas, sacó las barras de hielo, las dejó en la bañera y se puso a dormir tan feliz y contento.

A la mañana siguiente, despues de comprobar que el hielo se había deshecho y se había ido por el desagüe, llamó completamente indignado a recepción profiriendo gritos como un energúmeno. Decía que le habían robado el contenido de las maletas -mis muestras de maquinaria, decía-, que iba a llamar a la policía y a denunciar a la gerencia del hotel. El botones confirmaba que las maletas debían contener "algo" porque pesaban mucho. Y por supuesto, se acordaba de él porque le había dejado una generosa propina. El personal del hotel desmontó completamente la habitación y -claro- no encontraron nada. Vázquez se fue a la comisaría a poner la denuncia y -por supuesto- el hotel no tuvo huevos de cobrarle.

No se hasta que punto esta historia es cierta, si está exagerada hasta el paroxismo o si simplemente es una trola. Es tan solo una mas entre cientos, la típica batallita del Vázquez. Un señor que dibujaba tebeos sobre su vida y -por lo que cuentan- parece que se quedaba corto.

viernes, septiembre 21, 2007

Life imitates...

Si tomas la televisión como referente, te llevarás una impresión equivocada de la vida. Si, por supuesto, lo que acabo de decir es una obviedad, pero conviene recordarla de vez en cuando. A veces nuestra mente,en un intento de mejorar nuestra existencia, tiende a difuminar la ya de por sí tenue línea que separa a la realidad de la ficción.

La televisión y el cine nos ofrecen dos tipos básicos de ficción: la fantástica y la creíble. En el primer género entraría todo aquello que no pretende hacerse pasar por real, sino mas bien todo lo contrario, dando un especial énfasis a todo aquello que sería imposible fuera de la pantalla. Potenciar el entretenimiento puro y duro en detrimento de la credibilidad. De este modo, podemos ver a Hiro Nakamura dar saltos en el tiempo o a Bruce Banner convertirse en un gigante verde sin que nos importe mucho que todo ello pudiera ser cierto o no. Sabemos que no, solo queremos un par de horas de evasión de la realidad.

Cuando una de estas obras de ficción es buena y cumple su cometido, el proceso de vuelta al mundo real no es instantáneo, sino gradual. Sales del cine o apagas la tele y todavía estás a medio camino entre el universo que acabas de visitar y el tuyo propio, que no es otra cosa que tu percepción del mundo real. Y al cabo de un rato, tu percepción vuelve a la normalidad y devuelves a la pantalla ese mundo de superhéroes, detectives, vampiros, piratas, zombis...

Aun así, tengo catalogados dos tipos -o tal vez estereotipos- de personas que no encajan bien la ficción fantástica. Uno serían los clásicos post-adolescentes macarrillas que se creen las películas de artes marciales. El otro, los típicos frikis infantiloides que se obsesionan con un género o una saga. Aparte de estos dos topicazos vivientes, el resto tiene mas o menos claro que, cuando aparecen las letras, se acaba la peli.

En el segundo género, al que podríamos llamar ficción creíble o al menos medio creíble, entraría cualquier dramatización de situaciones pretendidamente cotidianas. Desde los culebrones y la soap-opera hasta las telecomedias y el porno. Y si me apuras, hasta soy capaz de meter en el mismo saco los tebeos de Esther y su mundo. Todas estas historias tienen en común con las del primer género el hecho de sacarnos de nuestro agobiante mundo real durante un rato y transportarnos a un mundo de ficción. Pero a diferencia del anterior, este imita a la realidad.

Lo cual no deja de resultar paradójico, o al menos curioso, dado el hecho de que una de nuestras características mas notables como animales sociales sea -precisamente- nuestra capacidad para imitar lo que vemos. Es innato, está grabado a fuego en nuestro ADN de primates v2.0, de modo que entramos en un curioso bucle en el que la ficción imita a la realidad y nosotros -personajes reales- intentamos imitar a los ficticios. Tal vez por eso se dan tantos casos en los que la vida imita a los Simpsons. Va a ser cierto que la vida imita al arte mucho mas de lo que el arte imita a la vida. No lo digo yo, lo dijo Oscar Wilde. Y queda cool-que-te-cagas poner citas de Oscar Wilde en tu blog personal.

Entonces, asumimos que la imitación es parte de nuestra naturaleza. Visto de este modo, es normal que tendamos a imitar a alguien ficticio pero fascinante antes que a alguien cercano pero gris y aburrido. Y dependiendo de nuestra elección, conseguiremos que nuestra imitación nos mejore o conseguiremos comernos la mierda. Puedes imitar los razonamientos de Colombo: analiza los detalles y, si algo no encaja, tira de ese hilo para descubrir que sucede en realidad. No resolverás crímenes, pero si muchas situaciones de la vida real. También puedes imitar a Mr. T, pero te decepcionarás al descubrir que en las situaciones críticas nunca tienes las herramientas a mano.

Observando a la gente y sus comportamientos, puedes ver a quien imitan. Algunos son obvios, como el típico gótico con síndrome de El Cuervo. Pretendiendo imitar a Brandon Lee desearía tener una terrible tragedia de la que vengarse y por la cual todo el mundo le compadeciese. Lo que le hace lamentable en el mundo real es el hecho de que lo mas parecido a una tragedia que le ha sucedido fue cuando su madre le cogió robándole el maquillaje.

Otro sería el típico trepa de saldo, cuya existencia se reduce a embutirse en trajes mas o menos resultones y a lucir un coche. A cambio de esa ostentación, acepta vivir esclavizado y endeudado por el resto de su vida. Está imitando a cualquier ejecutivo de ficción de cualquier película a lo Wall Street.

La lista de imitaciones sería interminable. La típica morena que se tiñe de rubia para parecerse a la Barbie con la que jugaba de pequeña o a Madonna en los 90, no se sabe muy bien. Lo que está claro es que estaba mas guapa de morena. A veces, al intentar imitar a los que nos parecen guapos se nos olvida nuestra propia belleza. Los blancos que se visten con pantalones anchos y gesticulan con las manos para parecerse a sus ídolos del hip hop, los que pretenden parecerse a Bogart y al hacerse el indiferente para ligar lo que consiguen es que el resto de la humanidad les ignore como a la mierda...

Imitar a la ficción puede estar bien, pero no conviene confundirla con la realidad. Y como colofón diré que, sobretodo, no conviene olvidar que el porno, es ficción. Lo digo porque últimamente no hago mas que ver tios por todas partes acercándose a las mujeres con cara de ir muy salidos y sin decir ni media palabra. Observando su comportamiento, llego a la conclusión de que se han bajado tanto, pero tanto porno de Internet, que ya están empezando a confundirlo con la realidad y a creer que cualquiera se pone a follar con cualquiera sin ningún otro tipo de contacto verbal, visual o químico. Están intentando imitarlo, pero no pasan de los escasos diálogos. Y a pesar de haber comprobado en sus carnes la nula efectividad de esta técnica, insisten una y otra vez en imitarla.

Tio, la vida puede imitar a los Simpsons, pero no imitará a tu colección de Privates....

lunes, septiembre 17, 2007

Enteraos de la vida...

Lo que mas sobra en este mundo son expertos. Seguro que tu -si, tu que estás leyendo esto ahora mismo- has ejercido ese cargo alguna vez de forma desinteresada, solo para darte el gustazo de alardear de algo. Yo también, claro. En un momento dado de autoconfianza excesiva, cualquiera de nosotros puede convertirse en experto en cualquier materia. Como quien hace un puto garabato en una servilleta de papel y afirma con orgullo sobre eso que acaba de garabatear, o eso que su hijo acaba de pintar con rotuladores encima del folio y parte de la mesa, que si eso llevase la firma de Pablo Picasso, eso valdría millones. Lo que pasa es que hay que tener nombre.

O como el típico borracho que se pone a cantar a berrido limpio. Por algún extraño motivo, los borrachos cantarines siempre piensan "Oh, Dios mio ¡que bien canto! Si grabase esto me darían un grammy, la gente correría a comprar mis discos y las niñatas me pedirían autógrafos y sexo en posiciones sumisas". El mismo tipo hace unas horas estaba totalmente sereno cuando escuchó su propia voz grabada en un contestador automático y no podía ocultar la mueca de repulsa que le producía el hecho de escucharse desde fuera.

Me encuentro muchos casos así. En cierta ocasión estaba yo en un after, a altas horas de la mañana de lo que ya es el día siguiente, rodeado de gente bastante decadente y puesta hasta los ojos de al menos tres o cuatro substancias tóxicas por alma, en una zona medio tranquila hablando distendidamente con alguien a quien acababa de conocer. Me soltó una frase categórica: "en un after es imposible que conozcas a nadie interesante". Al oírla, me quedé de piedra durante unos segundos, asimilando el hecho de que me lo estaba diciendo alguien que estaba ahí, en el mismo lugar que el resto y exactamente en el mismo estado alterado de consciencia. ¿tal vez estaba confesándome que ella no era una persona interesante y por eso se refugiaba en ese lugar?. No lo creo, mas bien quería transmitirme ese mensaje de autosuperioridad, ese deseo de estar por encima de la plebe de quien se sabe tan plebeya como tu, como yo y como cualquier otro hijo de vecino.

Esta también es bastante descriptiva: una tarde estaba en casa de un amiguete y nos pusimos a buscar algo en Internet. En uno de los resultados de la búsqueda, nos salió el típico banner guarro y mal traducido que pretende hacerte creer que es una ventana de tu escritorio y que has ganado un premio por ser el visitante número diez mil. Chasque ahora para redimir premio, decía el puto banner. Me reí en voz alta del despropósito, a lo que mi amiguete contestó: "si esto está ahí, es porque la gente pica". La gente, claro, la gente, siempre es esa entidad llamada "la gente" la que hace cosas malas o estúpidas. Y por supuesto, quien afirma tal cosa se considera por encima de "la gente". Es tan solo el eufemismo políticamente correcto para decir plebe o chusma.

La parte graciosa viene cuando -esa misma tarde, al cabo de un par de horas de navegación errática- el mismo tipo me enseñó un correo que había recibido y que no estaba seguro de que fuera spam. Una tal Irina había visto su dirección de correo en un cibercafé, se había animado a escribirle y deseaba que le respondiese y le contase cosas sobre él. Vamos, no me jodas. Cuando me enseñó el mail pensaba que quería ratificar su teoría, que me iba a soltar otra vez aquello de que "la gente responde a estos mensajes". Pero no, el tipo no solo tenía serias dudas sobre la autenticidad de Irina, sino que se autoconvencía a si mismo en cuanto le decía que respondiendo a ese mensaje lo único que iba a hacer era confirmar a la máquina de enviar spam que su cuenta de correo era buena y que encima el dueño es un pardillo que se cree cualquier cosa. Ni caso, estaba el pobre obcecado pensando en la jamona de tres países mas al este que esperaba su respuesta as soon as possible. Respondió al mensaje para ver que pasaba y seguro que esa noche se hizo una paja pensando en la bella Irina a cuatro patas.

La cosa no terminó ahí, no. Al cabo de unos días, me enseñó una copia de la respuesta que la bella Irina le había enviado. Debo reconocer que era divertido ver como se las ingenia un timador, pero aun así la treta era muy evidente. Un párrafo de introducción diciendo "oh, que interesante es eso que me cuentas, pareces un tipo muy especial", sin poner un nombre ni mencionar nada en concreto. Un segundo párrafo hablando sobre si misma, que si es modelo y está estudiando para actriz y va a venirse a vivir a "tu ciudad" (cualquiera que esta sea, no pone el nombre) en cuestión de un par de semanas. Finalmente, una cálida despedida. Besos, best wishes y looking forward to hear from you. Irina.

Creo que a partir de ese punto, el colega ya tenía un poco claro que se trataba de una respuesta automática. Lo gracioso es que no lo tenía del todo claro, sino solo un poco, y en su interior aun estaba deseando que hubiese una bella Irina detrás de todo esto. Y ya puestos a pedir, que le gustase el sexo anal y tragárselo todo. De modo que respondió, "para salir de dudas", decía el muy pajillero, y yo le decía que si quería salir de dudas enviase un mensaje con el texto asdfghjklñ copiado y pegado 30 veces, que la respuesta seguro que iba a ser algo como "gracias, eres muy amable y tus palabras me han conmovido en lo mas profundo de mi ser".

Respondió, volvió a recibir otro absurdo mensaje predeterminado y todavía tuvo la pachorra de responder de nuevo, aunque creo que llegado a este punto ya le movía mas la curiosidad por averiguar como iban a intentar timarle que la nula posibilidad de que hubiese una persona al otro lado. En el cuarto correo se resolvió el misterio y llegó la parte realmente divertida. Algo terrible había ocurrido. El hermano de Irina había tenido un terrible accidente y necesitaba dinero para pagar la factura del hospital (hey, la Europa del este es como las pelis de Hollywood!!). Adjuntaba varios métodos de pago: transferencia directa, tarjeta de crédito y PayPal. Solo le faltaba pedir cupones de Amazon o cheques de compra del Corte Inglés.

Y aquí es donde el colega me dio la estocada final. Con el último mensaje delante, tiene los santos cojones de decirme:

- ¿Lo ves?, si envian estos correos es porque la gente pica.

La gente como tu, pringao, que llevas cuatro tardes seguidas dándome la brasa con la actriz porno que te has creado en tu cabeza. O la gente como el primer idiota que picó con el timo del nigeriano, que estoy completamente seguro de que también se creía que estaba por encima de la plebe y por eso el Rey destronado de un país africano le estaba pidiendo los datos de su cuenta corriente para ingresarle muchos millones.

En realidad, todos los timos explotan ese complejo de superioridad y esa maldad oculta del incauto. Para picar con el timo de la estampita tienes que ser lo bastante ingenuo como para creer que un disminuido psíquico se va a poner a cambiar billetes en medio de la calle como si fueran cromos, pero a la vez tienes que ser lo bastante ruin como para pretender estafarlo cambiándoselos por otros de menos valor. Por supuesto, ni a ti ni a mí nos pasaría tal cosa. Tu y yo no picaríamos jamás ante un timo tan cutre. Pero la gente si. La plebe pica. La chusma se lo traga todo.

Si alguna vez te has sorprendido a ti mism@ diciendo este tipo de cosas, vale la pena que te pares a pensarlo detenidamente. La gente es tonta por comprar esto o lo otro, por votar a este partido o a este otro o por ser de este equipo de fútbol o de este otro. Por vestir de una forma determinada, conducir un tipo de coche o comer una marca de cereales en el desayuno. Por profesar una religión, o la otra, o ninguna. Por creer el la astrología, la cienciología, la quiromancia o el ritual de no pisar las líneas de las baldosas y pedir un deseo. La gente es tonta así en general. Menos yo, claro, y tu que estás leyendo mis tonterías ahora y no te voy a llamar idiota a la cara. El resto, todos tontos del culo.

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