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viernes, septiembre 21, 2007

Life imitates...

Si tomas la televisión como referente, te llevarás una impresión equivocada de la vida. Si, por supuesto, lo que acabo de decir es una obviedad, pero conviene recordarla de vez en cuando. A veces nuestra mente,en un intento de mejorar nuestra existencia, tiende a difuminar la ya de por sí tenue línea que separa a la realidad de la ficción.

La televisión y el cine nos ofrecen dos tipos básicos de ficción: la fantástica y la creíble. En el primer género entraría todo aquello que no pretende hacerse pasar por real, sino mas bien todo lo contrario, dando un especial énfasis a todo aquello que sería imposible fuera de la pantalla. Potenciar el entretenimiento puro y duro en detrimento de la credibilidad. De este modo, podemos ver a Hiro Nakamura dar saltos en el tiempo o a Bruce Banner convertirse en un gigante verde sin que nos importe mucho que todo ello pudiera ser cierto o no. Sabemos que no, solo queremos un par de horas de evasión de la realidad.

Cuando una de estas obras de ficción es buena y cumple su cometido, el proceso de vuelta al mundo real no es instantáneo, sino gradual. Sales del cine o apagas la tele y todavía estás a medio camino entre el universo que acabas de visitar y el tuyo propio, que no es otra cosa que tu percepción del mundo real. Y al cabo de un rato, tu percepción vuelve a la normalidad y devuelves a la pantalla ese mundo de superhéroes, detectives, vampiros, piratas, zombis...

Aun así, tengo catalogados dos tipos -o tal vez estereotipos- de personas que no encajan bien la ficción fantástica. Uno serían los clásicos post-adolescentes macarrillas que se creen las películas de artes marciales. El otro, los típicos frikis infantiloides que se obsesionan con un género o una saga. Aparte de estos dos topicazos vivientes, el resto tiene mas o menos claro que, cuando aparecen las letras, se acaba la peli.

En el segundo género, al que podríamos llamar ficción creíble o al menos medio creíble, entraría cualquier dramatización de situaciones pretendidamente cotidianas. Desde los culebrones y la soap-opera hasta las telecomedias y el porno. Y si me apuras, hasta soy capaz de meter en el mismo saco los tebeos de Esther y su mundo. Todas estas historias tienen en común con las del primer género el hecho de sacarnos de nuestro agobiante mundo real durante un rato y transportarnos a un mundo de ficción. Pero a diferencia del anterior, este imita a la realidad.

Lo cual no deja de resultar paradójico, o al menos curioso, dado el hecho de que una de nuestras características mas notables como animales sociales sea -precisamente- nuestra capacidad para imitar lo que vemos. Es innato, está grabado a fuego en nuestro ADN de primates v2.0, de modo que entramos en un curioso bucle en el que la ficción imita a la realidad y nosotros -personajes reales- intentamos imitar a los ficticios. Tal vez por eso se dan tantos casos en los que la vida imita a los Simpsons. Va a ser cierto que la vida imita al arte mucho mas de lo que el arte imita a la vida. No lo digo yo, lo dijo Oscar Wilde. Y queda cool-que-te-cagas poner citas de Oscar Wilde en tu blog personal.

Entonces, asumimos que la imitación es parte de nuestra naturaleza. Visto de este modo, es normal que tendamos a imitar a alguien ficticio pero fascinante antes que a alguien cercano pero gris y aburrido. Y dependiendo de nuestra elección, conseguiremos que nuestra imitación nos mejore o conseguiremos comernos la mierda. Puedes imitar los razonamientos de Colombo: analiza los detalles y, si algo no encaja, tira de ese hilo para descubrir que sucede en realidad. No resolverás crímenes, pero si muchas situaciones de la vida real. También puedes imitar a Mr. T, pero te decepcionarás al descubrir que en las situaciones críticas nunca tienes las herramientas a mano.

Observando a la gente y sus comportamientos, puedes ver a quien imitan. Algunos son obvios, como el típico gótico con síndrome de El Cuervo. Pretendiendo imitar a Brandon Lee desearía tener una terrible tragedia de la que vengarse y por la cual todo el mundo le compadeciese. Lo que le hace lamentable en el mundo real es el hecho de que lo mas parecido a una tragedia que le ha sucedido fue cuando su madre le cogió robándole el maquillaje.

Otro sería el típico trepa de saldo, cuya existencia se reduce a embutirse en trajes mas o menos resultones y a lucir un coche. A cambio de esa ostentación, acepta vivir esclavizado y endeudado por el resto de su vida. Está imitando a cualquier ejecutivo de ficción de cualquier película a lo Wall Street.

La lista de imitaciones sería interminable. La típica morena que se tiñe de rubia para parecerse a la Barbie con la que jugaba de pequeña o a Madonna en los 90, no se sabe muy bien. Lo que está claro es que estaba mas guapa de morena. A veces, al intentar imitar a los que nos parecen guapos se nos olvida nuestra propia belleza. Los blancos que se visten con pantalones anchos y gesticulan con las manos para parecerse a sus ídolos del hip hop, los que pretenden parecerse a Bogart y al hacerse el indiferente para ligar lo que consiguen es que el resto de la humanidad les ignore como a la mierda...

Imitar a la ficción puede estar bien, pero no conviene confundirla con la realidad. Y como colofón diré que, sobretodo, no conviene olvidar que el porno, es ficción. Lo digo porque últimamente no hago mas que ver tios por todas partes acercándose a las mujeres con cara de ir muy salidos y sin decir ni media palabra. Observando su comportamiento, llego a la conclusión de que se han bajado tanto, pero tanto porno de Internet, que ya están empezando a confundirlo con la realidad y a creer que cualquiera se pone a follar con cualquiera sin ningún otro tipo de contacto verbal, visual o químico. Están intentando imitarlo, pero no pasan de los escasos diálogos. Y a pesar de haber comprobado en sus carnes la nula efectividad de esta técnica, insisten una y otra vez en imitarla.

Tio, la vida puede imitar a los Simpsons, pero no imitará a tu colección de Privates....

Comments:
El titulo de tu blog tiene mucho que ver con el mio y sobretodo con la descripción de mi perfil, tenía que decirtelo jajajaja un saludo!
 
Hola, solamente comentarte la calidad y belleza de tu escrito en cuanto a forma y además la verdad en tus argumentos. Añadir simplemente que todos somos literatura, cada uno escribe su propio personaje que quiere representar en una gran obra que es la vida misma. Cada personaje, cada persona, para que tenga una coherencia en el guión, en la vida, ha de buscar su propio escenario, entorno, porque si no, puede ocurrir que el público, los que observan, no entienden de qué va exactamente la obra. Es como si en una pelicula de romanos, apareciera un personaje de "La Guerra de las Galaxias". No tienen ninguna relacion ni en el espacio, tiempo o contexto. En fin, que me ha gustado mucho tu crítica a los personajes de esta obra de teatro que no es otra que la vida misma.
 
Quizás la vida se asemeje más a la parte de atrás de un gran estudio cinematográfico, donde en medio de los diferentes rodajes que en ese momento estén teniendo lugar, y durante el descanso, se encuentran los actores de las diferentes películas, de guiones tan dispares como romanos, de ciencia ficción, espías, guerreros, princesas, dinosaurios... A veces es fácil ubicar a cada actor por su atuendo, sus repasos de guión, sus acentos. Otras es más difícil de ubicar a qué guión-película puede pertenecer o pretende pertenecer determinado actor. Pero todavía es mucho más difícil adivinar a priori y sin conocer al actor, el porqué está representando dicho papel. ¿Es quizás una motivación económica, es un deseo de fama, es quizás el famoso sentimiento de “sentirse realizado”, o quizás es una huida de la realidad brutal, cruel, que acompaña la existencia de muchisimos seres humanos? Quizás la imitación es un recurso para lograr esa huida, ese dejar de existir como personaje desdichado y adquirir una nueva personalidad que borra y elimina la otra existencia, todavía peor que la imitada. La imitación aquí hace una función purificadora, que redime y supera al individuo, creando uno nuevo, más acorde con el real personaje que tiende a este nuevo en una búsqueda de sí mismo.
 
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