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martes, abril 19, 2005

Historias del Loft


Además de sonar bastante bien y de tener un cartel de DJs realmente bueno, el Loft tiene unas cuantas particularidades que lo convierten en un lugar único. Para empezar, es el único club de Techno en condiciones en toda la zona de Marina. Un oasis de electrónica en el desierto del guitarreo y el sopa de cabra way of life tan propio de la zona. A esto hay que sumarle que la entrada del Loft sirve para el Razz, la sala contigua, una de las cinco, y la suma de estos dos factores da como resultado la mezcla de dos mundos bastante antagónicos entre si: por una puerta entran las cheilas, los modernillos, los chandalistas, la gente que viene a bailar hasta reventar al ritmo de los bombos y -probablemente- bajo el estímulo de sustancias compradas a hombres con camisas rojas. Por la otra puerta entran los calimocheros, las universitarias borrachas, los que vienen a desfasar a ritmo de pop bailable entrándole a todo lo que se menea y echando la papa varias veces si fuera menester. Y a medio camino entre las dos salas, está el pasillo, lugar de encuentro al aire libre al que salir en camiseta aunque haga frio, a hacerte un porrito y a vacilar a la humanidad entera. Sales y pides papel, aunque tengas, porque es un grupito de tias y hay que decirles algo, y cuando vienen los novios a marcar el territorio les pedimos un papelillo y nos hacemos amiguetes por un momento. Instant friends, que dicen los guiris de la Plaza Real.

Por ejemplo, en una de estas salidas, mi abogado y yo nos dimos cuenta de que no teníamos ni papel, ni chocolate, ni mariguana ni ná, y teníamos ganas de colocarnos un poco mas de lo que íbamos, de modo que nos pusimos a preguntar quien tenía hash para vender o un porro para convidar, que los canutos siempre hacen confraternizar mucho. En ello estábamos cuando alguien nos preguntó si teníamos pastillas. Saqué el bote de colirio que llevaba en el bolso.

- Pastillas no, pero tengo esto.
- ¿colirio?
- La botella si, pero lo de dentro no.
- Ostiaaaaa, ya se lo que es.
- ¿Quieres un poco?

Le eché unas gotas, yo me eché otras y a mi abogado le eché unas que le cayeron en la frente, creo, y nos fuimos a por la piedra que buscábamos. En la esquina del pasillo le caimos bien a alguien y nos dió un trozo de piedro, una chinilla que estirándola dió para unos 7 porros, a cambio de unas gotas de colirio psicotrópico. Al volver nos encontramos al de antes.

- ¿que? ¿notas como te sube?
- poco a poco, tio, poco a pooooco

El Loft es así. Hace que te socialices, que te abras a la gente... a veces tanto que la gente se acojona, todo depende del estado en el que vayas. Otras veces es la gente la que viene a ti, te vienen a ofrecer pastillas, o a pedírtelas, según como te vean de feliz. Este viernes vino un tipo a ofrecerme un chino, así por la cara.

- Ei tiiuuuu, quin bon rollu, vols que ens fem un pericu aqui mateix?

Me llamó la atención el hecho de que hablara como el Neal de la serie els joves. Se sacó una papela rosa, me la dió para que la aguantase y se puso a hacer aspavientos, cogiendo un papel de fumar y un cigarro y empezando a liarlo de forma ceremoniosa. Lo primero que pensé fue que con tanto aspaviento, los de seguridad no iban a tardar nada en llegar y se nos iban a llevar a la puta calle por yonkis y por escandalosos, mas por lo segundo que por lo primero, de modo que me guardé la papela en el bolsillo de atrás con disimulo, por si acaso, oiga. Lo segundo que pensé fue "coño, que poco han tardado", y es que -efectivamente- teníamos a cuatro seguratas flanqueándonos con cara de muy mala ostia. Lo tercero que pensé es "míralo, como corre, el hijoputa. Hace un momento estaba aqui y ahora está en la otra punta de la sala", y ahí me quedé yo, con la papela en el bolsillo de atrás y el segurata mas grande mirándome las manos de reojo para ver si tiraba algo al suelo. Si, hombre, al suelo lo voy a tirar, para que te lo quedes. Es una papela minúscula, con un miligramo de farla, pero es mia porque la llevo en el bolsillo de mi culo, de modo que ahora voy a bailar un poco con las manos en lo alto bien abiertas para que veas que las tengo vacías y te pires.

Al tipo de la papela no volví a verle, pero el segurata me iba echando el ojo de forma intermitente durante toda la noche. Me da igual, a disimular no me ganan ni los camaleones... Con un poco de suerte, al final se quedarán con nuestra cara y nos haremos amiguetes de los de seguridad.

jueves, abril 07, 2005

Modelar el ruido

Corría el año de nuestro señor de 1964 cuando un señor con pinta de científico loco, llamado Bob Moog, patentaba en los Estados Unidos el Oscilador Controlado por Voltaje. Se le ocurrió -además- la feliz idea de poner este componente junto a otros en una caja de madera con botones y potenciómetros y añadirle un teclado como los de piano para controlarlo, afinando la frecuencia del oscilador a las frecuencias de las notas de la escala diatónica.

La idea es tan sumamente genial que produce asombro: el oscilador genera un ruido constante afinado a una nota, y a medida que va pasando por el circuito antes de llegar al ampli lo iremos modelando con los otros componentes: filtros para recortar o enfatizar ciertas frecuencias, envolventes para variar su tono y su amplitud en el tiempo, otros osciladores para modularlo... al final, cuando la onda completa el recorrido y sale por el jack, el sonido original ha sido esculpido de tal forma que donde antes había un zumbido desagradable, ahora hay un violín con cuerdas de goma. La síntesis se parece bastante a la escultura: la onda generada por el oscilador es el bloque de mármol y los controles del sintetizador son el martillo y el cincel que ayudan a esculpirla. Al final, dentro del bloque había una estatua y dentro del zumbido un sonido de piano. Sólo hemos quitado lo que sobraba.

Mientras tanto, en Europa, cuatro chavalotes de Düsseldorf imaginaban obras musicales interpretadas por robots. Lo malo de avanzarte a tu época es que no existen las cosas que necesitas, aunque si eres un genio te las puedes inventar tu mismo. De todos los aparatos que los Kraftwerk se fabricaron antes de que estuvieran disponibles en las tiendas, quizá el mas genial por su simpleza sea la batería electrónica. Todo un kit de batería fabricado con tapas de cubo y otras piezas de metal que se tocaba con unas baquetas metálicas forradas de plástico con un contacto pelado a un extremo y un cable en el otro. El cable iba conectado a un polo de la corriente de un transformador. El otro polo estaba conectado a diferentes generadores de ruido y estos -a su vez- estaban conectados a las partes metálicas de la batería, de modo que -al golpear el tambor con la baqueta- se cerraba el circuito y se emitía un sonido. ¿Primitivo? si, claro.. pero jodidamente genial.

La música electrónica está llena de genialidades de este tipo, e incluso de genialidades derivadas de otras anteriores. Por ejemplo,unos diez años despues, a alguien en Australia se le ocurrió sustituir el oscilador inventado por Moog por un ordenador capaz de procesar una forma de onda digitalizada, de modo que el sonido a tratar no fuera el zumbido eléctrico generado por éste, sino un sonido del mundo real grabado y digitalizado. Así nació Fairlight, el primer sampler de la historia, cuyo manual de instrucciones era mas grande que la guía de teléfonos.

Ahí queda eso, tres momentos clave de la música electrónica resumidos en un solo post.

domingo, abril 03, 2005

Back in the days 3 - El rey de la pachanga

Esta historia viene de aqui.

El tema de las luces me tenía un poco acojonado, porque no había tocado nunca un panel de verdad. Todo lo mas encender y apagar algunos focos, pero eso no era lo que yo entendía por hacer luces. El amo aquel entonces era Álex, un mercenario de la luminotecnia cuyo nombre era reconocido en toda la escena de entonces y al que además conocería unos años mas tarde. Lo que hacía Álex era apretar botones constantemente al ritmo de la música, como si tocase el piano pero sin fijarse tanto en las teclas, lo cual en una sesión de cinco o seis horas debía ser agotador. De todos modos ya me pasaba -y me paso- muchas mas horas bailando, así que supuse que lo resistiría sin problemas. Además sabía tocar -un poco- el piano y la batería, con lo cual podía decirse que el concepto abstracto del ritmo lo tenía ya asimilado. Algo ayudaría. Al menos sabría darle con un poco de sincronía o sin que diera el cante, de modo que le eché valor y me lancé al toro.

Llegué a la sala y, tras las debidas presentaciones, el DJ me enseñó la botonera, dos hileras de unos 24 botones táctiles, los botones normales se rompen enseguida cuando los pulsas a ese ritmo, de los que se encienden con el contacto del dedo y se apagan cuando los sueltas además de unos unos 12 potenciómetros para regular la intensidad de la luz. Me puse a tocar botones antes de que me explicase nada y a hacerme un esquema mental de donde estaba cada cosa. Unos focos aqui, los otros en la hilera de abajo, aqui las cosas esas que dan vueltas, aqui el flash, este potenciómetro regula el parpadeo del flash y lo voy a poner a toda castaña, aqui la luz negra... no era un gran equipo de luces, pero estaba bien. Era perfecto para aprender con él y le cogí el truco enseguida. Si le dabas al ritmo, todo lo que hicieras quedaba bien. Si además te conocías los discos que iban sonando, podías hacer cambios en las luces cuando había cambios en la música: mas luz en los parones, flash en los apogeos, Quedabas como dios y te lo pasabas jodidamente bien. De hecho, era tan divertido como estar pinchando o bailando.

Duré poco. Aunque le estaba cogiendo el gustillo a las luces me seguía gustando mas pinchar, de modo que cogí la primera oferta que mejoraba un poco mi situación. De allí dí el salto a un barrio bastante mejor (el Eixample), y a una disco "casi" céntrica. No era gran cosa, la verdad, pero al menos tenía algo de libertad a la hora de pinchar. No era un club -había muy pocos por aquel entonces-, pero se podían pinchar cosas como el Hold me Back de WestBam o el NRG de Adamsky sin que la gente dejase de bailar ni un momento. Íbamos mejorando. Pasé unos meses compartiendo cabina con M, un buen amigo que gustaba de tajarse soberanamente una media de cinco dias a la semana, lo cual -como pude constatar enseguida- es bastante habitual en el mundillo nocturno. M tenía mi edad, pero aparentaba unos cuantos mas. Aparte de eso, se tomaba unos 5 JBs un lunes cualquiera por la noche. Los viernes solían ser un mínimo de 9, pero los rebajaba con unos tiritos de farla y se le notaba borracho, pero de los que se aguantan de pie. Cuando se ponía así, la verdad es que estaba divertido de cojones. Yo entonces no bebía casi nada, porque me emborrachaban mas la euforia y las hormonas que el propio alcohol, y drogas probaba las justas porque me las quería tomar con mucha calma. Me colocaba de vez en cuando y me salía por nada.

Con este señor tuve colocones memorables, de esos que entran en la historia de los ciegos que serás capaz de contar dentro de 14 años y seguir partiéndote el culo. En una ocasión, nos pasamos la sesión entera pinchando discos con los pantalones bajados y la picha al aire, y solo nos veía la camarera que nos traía los cubatas. Es mas, cuando nos veia así de desfasaos nos los traía sin que se los pidiéramos. En algunas cabinas el resto de la gente nos ve como teleñecos, de cintura para arriba, y no sabe lo que puede estar haciendo la otra mitad, lo cual da para muchas anécdotas de lo mas bizarro.

Lo cierto es que con M no había término medio, cuando no estabas borracho estabas discutiendo de cualquier gilipollez. Le gustaba bastante discutir con motivo o sin él, porque no lo hacía solo conmigo -que le daba bastante cuerda- sino con cualquiera con el que le siguiera un poco el rollo. Pegaba bastante con su personalidad, ser del Real Madrid y de derechas en Barcelona es señal de que te va bastante la marcha verbal. A mi me llevaba un año de experiencia pinchando en salas, lo cual entre dos DJs chungaletos de 18 años es tanto como creerte que tienes un rango. Me daba bastante igual, sin ir de triunfador por la vida ni creerme nada por ello sabía con certeza que tenía el don de hacer bailar a la gente. Con eso me bastaba. aun así, a veces era bastante inevitable que discutiéramos sobre pinchar discos como si hablásemos de kung-fu.

- Mira, esto no es como pinchar discos en tu casa. Aqui tienes que pinchar lo que quiere la gente y si la gente quiere pachanga te tienes que joder y darles pachanga.

Yo defendía -y sigo defendiendo- la postura contraria. Hacer bailar a un montón de gente borracha a base de poner discos de radiofórmula es algo que puede hacer cualquiera. Lo difícil es ponerles música buena, que no conozcan y conseguir que bailen igual. No es fácil hacerlo ahora, cuando ya existe una cultura de club y un público mas o menos exigente, ni era fácil entonces, cuando todo era nuevo y este movimiento se estaba forjando. De modo que nos veiamos discutiendo frecuentemente sobre si la música que estaba sonando era demasiado dura o demasiado poco comercial. Esta discusión era bastante habitual a partir del duodécimo jotabé que se tomaba, cuando el colocón le daba por divagar sobre lo humano, lo divino y lo house.



- No puedes pinchar esto tio, es demasiado bueno, a la gente no le va a gustar.

- Joder, M... la gente está bailando.


- Claro, porque están borrachos.

- ¿en serio?... ¡¡degenerados!!


- Déjame pinchar a mi, anda, que si no se te van a ir.

- No me jodas, tio, de aqui no se va nadie porque han pagado entrada... además están bailando, coño, no nos cortes el rollo.

- Claro que bailan, porque están borrachos.

- ¡¡degenerados!!

Así podíamos seguir hasta que amaneciera o hasta que se quedase alobao mirando a un grupito de niñas bailar y me dejase seguir pinchando a mi bola un buen rato. Se ponía en el panel de luces, tocaba cuatro botones y se dejaba llevar por la tajada mientras se ponía nefrítico de tanto culo y tanto meneo que se abría ante sus ojos.


- Tio, me he enamorao.

- ¿de cual?


- Esa, la de blanco.


- Hazle luces para que venga.


- Es igual, está borracha.


- ¿de verdad?... ¡¡que degenerada!!


Cuando acababa mi turno empezaba a pinchar él, con una caraja considerable pero con la práctica suficiente como para que no se le descuadrase un disco ni se le cayera nada al suelo. Genio y figura, el jodido... y si yo pecaba de elitista, él bajaba el listón todo lo que pudiera.


- Pachanga, tioo, pachaaaangaaaa, eso es lo que quiere la gente. Míralos como bailan.

- Normal, si están borrachos.


- Malditos degeneradosss. Venga a comerme el raboooo...


Sospechaba que el pachangueo no era tanto lo que quería la gente, sino su propio gusto personal. Siempre lo negaba, decía que a él no le gustaba esa música, pero era lo que pedía la gente. La gente es una entidad con muy mal gusto o un chivo expiatorio para cosas que nos da vergüenza reconocer. Compartí cabina con M durante unos 8 meses, nos hicimos amigos y despues de haber pinchado juntos nos seguimos viendo de vez en cuando. Una de las últimas veces que le ví, habían pasado 12 años de todo aquello y M estaba trabajando en una disco de marujas y divorciados, pinchando el meneito, el venao, mueve tu cu-cu y rodeado de señoras jamonas, con su cubata de jotabé y su barriga cervecera de treinta años vividos a lo bestia. Era el jodido amo de la fiesta, uno de los mejores DJs de pachanga asesina de Barcelona. Con el atractivo sexual de David Hasselhoff, las pintas del Algarrobo y una maleta llena de Caribes mix pirateados tenía a la mitad de las señoras de la disco chorreando por sus huesos, el muy cabrón.

viernes, abril 01, 2005

Al Peo

Que te manden a tomar por culo puede tener varias interpretaciones, porque te desean sodomía y eso puede ser doloroso o placentero o incluso las dos cosas. Esta me gusta decirla con cortesía: "Tiene usted todo mi apoyo y simpatía si decide irse a tomar por culo, ya sea con persona, animal o cosa". Si te mandan a la mierda... bueno, no es muy ambiguo, pero tampoco es demasiado convincente. Me gusta mas si está adornado, como leí en una historia de Carlos Gimenez, en la que un tipo decía "¿que tal si acercas un momento al lavabo, metes la cabeza en la taza, cierras la tapa, tiras de la cadena y te vas a la mierda?".

En un calentón mandas a alguien a tomar por culo, por saco, a cagar a la via o incluso a la mierda. Y luego se te pasa, o no. Lo mas probable es que si, porque tampoco sirve para nada ir de rencoroso por la vida. Sin embargo, a veces, muy pocas veces, alguien supera mi paciencia o hincha mis huevos sin que haya un gran motivo, sino una serie de muchos motivos pequeños que se van acumulando. Son tonterías y no le vas dando importancia, las vas ignorando hasta que llega un punto en el que las tonterías eclipsan las virtudes. Entonces una persona encantadora -o lo que sea que tenga por virtud- se convierte en un un puto quejica, o una jodida llorona, o un maldito cagaprisas, o una rancia... y dices "Al peo". Así de simple. ni siquiera se lo dices, te lo dices a ti mismo cuando descubres que le ibas a llamar por teléfono pero que te agobia hacerlo porque ya sabes de que se va a quejar antes de dar ni los buenos dias. Te quedas mirando el móvil y te dices "¿te voy a llamar para que me rayes con tus tonterías otra vez? ¿para que te hagas de rogar?... Al peo". Y no le llamas, claro, lo mas probable es que no lo vuelvas a hacer nunca mas. Esa persona y su recuerdo se van al peo, que es mas lejos que irse a la mierda e incluso mas que ir a tomar por culo. El pais del peo y de nunca jamás.

Pues eso... al peo. Que vaya bonito, oye.

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