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viernes, agosto 11, 2006

Clásicos contemporáneos: las aventuras de Wilfredo Mafrune

Wilfredo Mafrune estaba inmerso en sus pensamientos cuando la apacible y bondadosa voz de su madre lo sacó de su letargo y le devolvió a la realidad

- Niñooooooo, déjate ya el manubrio quieto y ven a comer las lentejas
- No me estaba tocando, madre, -respondió sobresaltado- es que tengo sarpullido y me pica.
- No te a a picar, si cada vez que ves los bingueros te pasas una semana tocándote el pito… ¿no sabes que dios mata a un gatito cada vez que haces cochinadas?
- Eso no es cierto madre, también dijeron que me quedaría ciego y veo perfectamente…
- Haz el favor de ponerte las gafas, dejar de chupar el brasero de la agüela y comerte las lentejas de una puta vez o te doy una mascá!!
- No, madre, en la cabeza no…

La pobre familia Mafrune no pasaba por un buen momento desde… bueno, en realidad la familia Mafrune nunca estuvo en un buen momento. Papá Mafrune y el abuelo Mafrune habían muerto en la guerra de vietnam hacía muchos años. Wilfredo era pequeño cuando suedió y no comprendía porque se alistaron en el ejército, ni porque a la hora de partir llevaban bermudas y camisa de flores, ni porque enviaron aquella postal de Brasil en la que ponía “ahí sus quedais, malas guarras, el premio de la loto no lo vais ni a oler”. Pero gracias a aquella postal Wilfredo supo que en la guerra de Vietnam había mulatas en tanga y que Ho Chi Mihn no era achinao sino negro como Pelé.

Así, desde pequeño alimentó en su interior el odio y la sed de vengar a su padre y a su abuelo… bueno, desde pequeño no. En realidad fué desde que vió por la tele como Bruce Lee se cargaba al asesino de su padre en “La giñada del Dragón” y cuando eso sucedió ya tenía treintaycinco años, pero desde entonces la sed de venganza había sido su única razón para vivir todos los dias, excepto los domingos, que dan fútbol.

Wilfredo se apuntó a un gimnasio para aprender los secretos de las artes marciales, quería convertirse en un maestro del kung-fu, una verdadera máquina de matar de nunchakos letales y puños de hierro, pero sus compañeros se reian de él porque se le veia la raja del culo por detrás del pantalón cuando se agachaba para saludar y se vió forzado a desistir de tal empeño. ¿Quizá un tipo de escasos 120 cm de estatura y 150 kilos de peso debería adelgazar un poco antes de ponerse a dar patadas y saltitos? Dicho y hecho, inició una severa dieta acompañada de ejercicios intensos que duró los 25 minutos que tardó en encontrar el paquete de madalenas que su madre había escondido para la cena de navidad. Había subido y bajado seis veces el mismo taburete y había abierto tres armaritos, y no se notaba mas delgado ni mas ágil así que asumió que su metabolismo era gordo y no podía hacer nada para cambiarlo. Las 15 fabadas diarias y los 45 bollicaos del desayuno no tenían nada que ver, era el hijoputa del metabolismo. Si lo pillase por la calle y encima supiera Kung-fú se iba a enterar el metabolismo ese de los cojones.

Descartadas las artes marciales, decidió especializarse en armas. Sería un comando letal que aniquilase a los perros amarillos brasileños con sus conocimientos de balística y armas de fuego. Ya se veía embutido en el chaleco con su lanzagranadas, su ametralladora antiaérea y sus granadas de fragmentación. "Si, seré un Rambo!! -dijo- vais a morir, malditos charlis, os meteré la postal de copacabana por el ojete y me mearé en vuestras heridas."

Bajó raudo al kiosko a por su ejemplar de “Armas y municiones para frikis”, pero la Señá Amparo se negó a dárselo hasta que no le abonase los 345 privates que le había fiado el mes anterior. “¡Maldita fascista opresora!” Estas fueron sus palabras cuando la Señá Amparo le soltó el zapatillazo al salir corriendo con la revista debajo del brazo. Lo malo de pesar 150 kilos y tener una pierna mas corta que la otra es que una kioskera de 80 años con artrosis corre mas que tu. “Si esto me hubiera sucedido en la selva de vietnam a lo mejor estaría muerto” pensó “quizá no sea buena idea lo de ser un comando”.

Se sentó en el portal, triste, cansado y conmovido. No había forma de ir a Brasil a matar a esos vietnamitas y -aunque la hubiera- el vietcong acabaría con él con solo lanzarle a una vieja con artrosis y pantuflas a cuadros… ¡maldito vietcong!

De repente, la revelación en forma de araña pasó ante él. Una araña canija de esas que salen por el desagüe se paseaba tranquila por la pared… ¡¡una araña!! ¡¡claro!! ¡¡esa era la señal!! le picaría una araña radiactiva y adquiriría sus superpoderes. Así podría hacer realidad su sueño: podría chorar el “Armas y municiones” y cuando la Señá Amparo le persiguiese con la zapatilla huiría raudo y veloz trepando por las paredes.

Se levantó de golpe e intentó cazar a la araña, pero esta se puso fuera de su alcance y no llegaba a cogerla ni dando saltitos. Esto le exasperó todavía mas, pensando en lo fácil que era mofarse de tu perseguidor cuando tienes tales superpoderes, y le lanzó un zapato, que no le dió y encima se cayó por la alcantarilla… pero la araña bajó e intentó escaparse corriendo por el suelo… Wilfredo empezó a correr detrás de ella mientras la increpaba “pícame, hija de puta, pícame, no te escapes”… ya casi la tenía al alcance de su mano cuando la fatalidad en forma de gargajo resbaladizo combinada con su poca gracia corriendo y su pie descalzo hizo que nuestro amigo -por llamarle de alguna manera- Wilfredo cayese encima de la araña aplastándola con su barriga.

- Jo!! como se me ha puesto la camisa, mi madre me va a matar- sollozaba Wilfredo mientras veia los restos agonizantes de la arañita pegados a los cuadros de su camisa - y encima te vas a morir sin picarme ¿verdad?

Sin pensárselo dos veces, Wilfredo se jaló a la arañita sin apenas masticar e incluso rebañó con los dedos los trozos que le quedaban pegados a la ropa. Si no le transmitía los poderes por via intravenosa lo haría por via oral, pero los poderes se los transmitía. Incluso puso un especial enfásis en una sustancia amarillenta que se le había quedado pegada a la uña. “Seguro que aqui está concentrao todo el poder arácnido”, se dijo.

Subió las escaleras con impaciencia, menos mal que vivía en un entresuelo. Ya tenía el poder arácnido, en cuanto su cuerpo asimilase la araña estaría listo para trepar por los muros de la ciudad. Ahora necesitaba un traje de super-héroe. El pijama abanderado del abuelo serviría si le daba unos pequeños retoques. Intentó coser un trueno en la pechera pero se pinchó con la aguja y se hizo sangre, así que decidió pintarlo con los rotuladores potombo de cuando iba a la escuela… quedaba un poco torcido pero daba igual. Él se veia imponenete con su pijama azul celeste con un rayo marrón en el pecho, un rayo marrón un poco descentrado, eso si.

Dió dos vueltas e hizo posturitas ante el espejo. Era cierto, se le veia la raja del culo al agacharse, así que se subió un poco mas los pantalones. Le apretaban en los genitales dejándole uno a cada lado y le quedaban por encima del tobillo, pero eso pensaba solucionarlo poniéndose los calcetines por encima. Ya solo le faltaba un detalle: una máscara que infligiese el terror en sus adversarios.

Intentó ponerse una bolsa de basura con dos agujeros para los ojos, pero al ponerse las gafas por encima se le resbalaban y además le hacía sudar, así que optó por una solución práctica y elegante: unos calzonzillos slip abanderado a juego con el pijama en la cara, sujetos con las gafas y las gafas sujetas con una gomita de pollo en cada oreja. Ya estaba listo para combatir el crimen.

Se dirigió de nuevo al kiosko. Se iba a enterar esa maldita vieja. no solo le choraría el “Armas y municiones”, no. También iba a mangarle un ejemplar de “Mecánica popular” para fabricarse un bat-móvil y un paquete de chicles trident, que la araña e había dejado mal aliento.

- ¿Pero ande vas vestío asín, niñooooooooooo?

“Maldita sea, ¿me ha reconocido?” pensó “la Señá Amparo es mas poderosa de lo que pensaba. Quizá tenga visión de rayosX como muchos super-villanos”. Raudo y veloz, cogió varias revistas, se las introdujo debajo de la camiseta del pijama y comenzó a trepar por los palos del toldo de la frutería. Pero la Señá Amparo era veloz y apenas había conseguido trepar poco mas de un metro y medio cuando empezó a sujetarle por los pantalones al grito de “dame las revistas, delincuenteeeee”.

Al mirar hacia abajo y ver la escena comprendió que la Señá Amparo era mas peligrosa de lo que pensaba: estaba tirándole de los pantalones hacia abajo para que todo el mundo le viera la raja del culo. había descubierto su punto débil, su talón de aquiles, su kriptonita… y encima la araña debía estar anoréxica porque le estaba costando horrores trepar por aquel palo de toldo… y para colmo el frutero había salido a ayudarla… claro, es el ayudante del super-villano.

De repente el toldo cedió y ambos Wilfredo y toldo cayeron encima de la kioskera y del super-frutero-maligno, ocasión que aprovechó nuestro héroe para escabullirse antes de que el sonido de la sirena que escuchaba a lo lejos estuviera demasiado cerca. Se abrió camino entre la muchedumbre que se había amontonado alrededor del incidente y corrió hasta la esquina para coger un taxi, pero nigún taxista quiso pararlo con esa facha. “fascistas!! opresores!!” gritó mientras se subía al autobús.

Así fué como comenzaron las aventuras del héroe al que conocemos como “el gordito pirao ese de las gafas de culo vaso y los calzoncillos en la cabeza”, el azote de las kioskeras octogenarias, enemigo de los comunistas brasileños y defensor de la justicia.

Comments:
que FUERTE me parece que no actualices, tía.

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Pero por qué has dejado de escribir?! Queremos más!!
 
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